miércoles, 16 de diciembre de 2009

Miren por dónde, de ello se seguirían otros beneficios adicionales. Y es que así se depara a nuestro Gobierno una excelente ocasión, al adoptar esa iniciativa hacia fuera, de hacer pedagogía política de puertas adentro. La ciudadanía española tendría entonces la oportunidad de entender por qué un derecho incuestionable en el caso del Sáhara frente a Marruecos carece de fundamento legítimo en el de Euskadi dentro de nuestras fronteras. Todo cuanto se aduzca a favor de aquél tendrá que argumentarse en contra de éste. De modo que, por si faltaran razones, ya sólo la presunción de este persuasivo efecto lateral debiera animarnos a favorecer el proceso de autodeterminación saharaui.
No sólo eso. Los riesgos políticos serán muchos, sin ninguna duda, pero España recuperaría en la escena mundial el reconocimiento que empezó a ganar con la primera providencia de política internacional dictada por el actual Gobierno. Es hora de que nuestro Rey, en lugar de melifluas carantoñas hacia el régimen alauita, haga memoria de la palabra que empeñó de príncipe el 1 de noviembre de 1975 ante las gentes de El Aaiún. Es también el momento de pedir al presidente Zapatero que ese coraje del que hizo gala retirando las tropas españolas de Irak lo muestre ahora sosteniendo la causa saharaui. Porque se trata de una deuda cuyo pago ya no pueden aguardar más estos sufridos acreedores



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